top of page

CUCARACHAS

  • Foto del escritor: carrillopinillamar
    carrillopinillamar
  • 10 jul 2023
  • 3 Min. de lectura

ree

No les miento si les digo que ratas, murciélagos y cucarachas (por este orden) son los animales que más asco me dan, al menos, de los que conozco y pululan por estas latitudes nuestras; tanto asco… que las ganas de vomitar son instantáneas cada vez que veo a alguno de ellos; y hay cucarachas en mi casa.


Tampoco les miento si les digo que tan pronto como veo a uno de estos insectos naranjas campando libremente a sus anchas, por mi casa (no por la suya), entro automáticamente en trance, en un auténtico trance de furor homicida: cojo un cepillo de barrer, y persigo al bicho hasta que lo arrincono y lo mato a cepillazos mientras mi perro me mira estupefacto, como si no reconociera a su dueña. ¡No saben ustedes, o tal vez, sí, lo resistentes y correosos que son estos bichos!


Me he doctorado (cum laude, además, y en cuestión de pocos días) en materia de “cucarachas”; ya sé cuanto ha de saberse sobre ellas: que les encanta la humedad, el dulce; que detestan el olor a vinagre y a pepino; que acechan tras las grietas…, debajo de muebles y electrodomésticos…, que la oscuridad es su hogar y la luz su tumba; que vuelan, también (este descubrimiento me dejó en shock cuando vi a una de ellas aleteando alegremente junto a las rejillas del aire acondicionado, en mi dormitorio).


No sé qué ha provocado esta invasión de cucarachas, deduzco que (siendo las pautas de limpieza en mi domicilio las mismas que he observado siempre), tal vez, esta plaga se deba a las extrañas (y graves, ya) condiciones climáticas por las que atravesamos. Lo cierto es que tras algunas semanas aplicando diversos remedios bélicos (insecticidas, vinagre, cepillazos y zapatillazos a discreción) el avistamiento de cucarachas ha disminuido considerablemente; algunas aparecen muertas, además, por lo que deduzco, igualmente, que esta plaga, tal vez, esté afectando a más hogares o edificios de la zona en la que vivo, hogares que, quizá, estén aplicando los mismos remedios bélicos u otros distintos: trampas, fumigación…


¿Y por qué les cuento esto, que, por otra parte, es verídico y real, y no fruto de la invención? Lo aclaro, por si alguien estuviera tentado de pensar que utilizo las cucarachas como alegoría poética de alguna circunstancia o situación; como metáfora para referirme, sin hacerlo, a alguna o a algunas personas…


Pues no, ni metáforas ni alegorías: cucarachas reales. Y quería contarles mi particular y sufrida “travesía del desierto” con estos animales porque en la entrada de la semana anterior hablé de “la necesaria práctica del Ahimsa”, de esa práctica atenta, constante y diaria en la que todos podemos entrenarnos para tratar de no dañar gratuita e innecesariamente (por placer, odio, o crueldad) a ningún ser vivo.


¿Son cucarachas y ratas seres vivos?: claro que sí. ¿Si avisto ratas o cucarachas en mi casa, tengo que quedarme de brazos cruzados mientras contemplo cómo invaden mi hogar?: claro que no.


Si alguien viene a atacarme o trata de agredirme de manera violenta e injustificada… ¿debo permitir el ataque, o debo defenderme?: la respuesta es obvia. Debemos defendernos, repeler y neutralizar, con absoluta contundencia, además, al atacante y su ataque; ahora bien, una vez neutralizado el ataque, o, reducido al mínimo el peligro, a partir de este momento, toda la violencia aplicada o daño perpetrado son gratuitos.


Por lo tanto “la práctica del Ahimsa” llevada al extremo, entendida como un concepto absoluto (sin los adecuados matices) sería un verdadero sinsentido; esta recomendable práctica hay que entenderla siempre dentro de unos parámetros y límites: los que imponen la razón, el sentido común (la salud, la salubridad…), y sobre todo, como ya dije, el respeto más escrupuloso a la vida en todas sus formas de manifestación, empezando este respeto por el respeto a uno mismo y por la férrea defensa de la propia integridad física y psíquica.


Jamás debemos permitir que nada ni nadie (aunque se trate de otro ser vivo) nos haga daño, ni debemos infligir daño alguno (de manera gratuita, o innecesaria; por placer o crueldad) a ningún ser vivo u objeto inanimado.


Estos son los límites en la práctica de la NO-VIOLENCIA, límites que siempre requerirán del adecuado y cuidadoso discernimiento entre lo que se puede y lo que no se puede ni se debe hacer por no hallarse justificado en la defensa de la propia vida, en la defensa de la propia integridad física y psíquica, en la defensa, también, de esos valores, éticos y morales, que transcienden toda época, lugar y creencia, de esos valores atemporales, consustanciales a la propia vida y en cuya defensa, ahora sí, uno debe ser infinito, constante, extenso, vasto e ilimitado.


“No le hagamos a nadie ni a nada, ni pensemos en hacerle a nadie o a nada, lo que no queremos que nada ni nadie piense en hacernos o nos haga a nosotros” (éste sería un buen límite).

 
 
 

Comentarios


©2021 por MINUTOS PARA UNA VIDA.... Creada con Wix.com

bottom of page