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CÓBRESE FACTURA A LOS MENTIROSOS Y EXHÍBASE LA VERDAD EN TODO SU ESPLENDOR

  • Foto del escritor: carrillopinillamar
    carrillopinillamar
  • 17 may 2023
  • 3 Min. de lectura

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Todos habremos escuchado esta frase alguna vez: “El fin justifica los medios”; como, igualmente, habremos escuchado ésta otra, muchas veces, también: “En el amor y en la guerra todo vale”.


¿Ah sí, señores? ¿El fin justifica los medios? ¿Todo vale en esta vida para lograr los objetivos que nos hemos marcado? ¿De verdad, señores?: la respuesta es no, un no rotundo y categórico, un NO tan grande como una catedral; ni todo vale, ni todo es admisible, ni al mal debe permitírsele campar libremente e impune.


Conocí y conozco a un sujeto, al que a los efectos de esta “entrada” llamaré “Fulanito”; y conocí y conozco a los competidores de Fulanito, a los que a los efectos de esta pequeña historia llamaré “Los Otros”. Así que ésta que voy a contarles a continuación podría ser, perfectamente, la historia de Fulanito y los Otros.

Resulta que Fulanito, que es un tipo de lo más normal, dentro de sus objetivos vitales, perseguía una determinada meta a la que también aspiraban los Otros (resulta irrelevante, a los efectos de esta historia, cuál pudiera ser dicha meta u objetivo); y resulta que a los Otros les constaba (sin ningún género de dudas, además) la superioridad moral e intelectual de Fulanito. Los Otros sabían que Fulanito era intelectualmente más brillante que ellos; también sabían que era más recto, más íntegro y más honesto que ellos. Conocían, perfectamente, el talento de Fulanito y el caudal creativo del que éste disponía. Así que…, anticipando que jamás podrían ganar en justa liza contra Fulanito compitiendo limpiamente contra él, decidieron hacerlo de manera sucia, urdiendo una trama de mentiras y falsedades cuyo único fin era dañar la reputación de Fulanito y, por supuesto, frustrar sus legítimas aspiraciones de conseguir dicha meta.


También sabían los Otros (y esto resulta de vital importancia en la historia) que Fulanito no utilizaría, jamás, malas artes como ellos, ni métodos sucios o rastreros; tal vez, porque nunca quiso (merced a su código personal de conducta), o, tal vez, porque Fulanito nunca supo hacerlo, incapaz por naturaleza de recurrir a la guerra sucia, a las trampas y a las mentiras. Así que en dicha competición se sucedían los boicots, las zancadillas a Fulanito, las falsedades, las conspiraciones… con el fin de desbancarlo; y además, no contentos con ello, los Otros trataban de torpedear el resto de objetivos vitales de Fulanito (los profesionales, los sentimentales…). Sin embargo, con lo que no contaban los Otros, es que Fulanito, hábil y rápido de reflejos, esquivara muchos de estos cobardes ataques, saliendo merecida y justamente airoso de los mismos; o tal vez, no se tratara solo de la habilidad de Fulanito; tal vez, de lo que pudiera tratarse es de que Fulanito gozara desde niño, merced a su elevado perfil moral y a una conducta recta y honorable, de una protección espiritual (o metafísica, si ustedes lo prefieren) excepcionalmente potente, contra la que las malas artes (las de los tramposos y los mentirosos) nada podían, nada pueden y nada podrán.


Y debo decirles, también, (no se equivoquen) que Fulanito no es un ser perfecto, que tiene defectos (claro que sí), defectos que trata de pulir, hallándose inmerso, desde que puede que ya ni recuerde, en un largo y severísimo trabajo de mejora y pulimento personal. Pero con independencia de la habilidad de Fulanito, o de la protección providencial de la que Fulanito pudiera disfrutar, yo les pregunto:

¿Todo vale en las competiciones de la vida? ¿Debe tolerarse el mal?


Y es que además, debo contarles, también, que incluso cuando Fulanito no compite con nadie, sino que se dedica a sus asuntos, a vivir tranquilamente y en paz, sin inmiscuirse en la vida de nadie ni en asuntos que le resultan ajenos, sigue siendo atacado por los Otros, a los que tal vez, irrita su conducta serena e indiferente; Otros (los tramposos, mentirosos y conspiradores) que siguen tratando (por todos los medios imaginables), sin conseguirlo, de socavar sus cimientos, de torpedear sus objetivos y su vida.


¿Todo vale en esta vida, señores?


“La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”. ¿Verdad que me han escuchado repetir esta frase en numerosas ocasiones?; es del escritor alemán Thomas Mann, y yo la suscribo de Pe a Pa, porque tan culpable es el que realiza una mala acción, como aquél que conociendo dicha conducta decide mirar para otro lado.


Hay que educar para el bien, combatiendo enérgicamente el mal allí donde se encuentre, porque de lo contrario nos convertimos en cómplices propiciatorios de dicho mal.


Y no, señores, claro que no, no todo vale.


Así pues, y porque no todo vale, cóbrese la factura pertinente a los mentirosos, tramposos y conspiradores, y hágase con absoluta inmediatez.


Exhíbase, con la misma inmediatez, la verdad en todo su esplendor.



 
 
 

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