DINERO, DINERÍN, DINERETE: MUCHA PLATA Y MUCHO BILLETE
- carrillopinillamar
- 27 jun 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 10 ene

Hoy quiero hablar de un tema de esos que la sociedad considera tabú: el dinero. No está bien visto hablar de dinero ¿verdad, señores?, o eso nos han enseñado, como si el dinero no formara parte de nuestra vida cotidiana, de esa vida diaria en la que sin dinero, me temo, poco podemos hacer, poco podemos comprar, ni tampoco dar rienda suelta a nuestras aficiones… en realidad, ni siquiera, respirar tranquilos.
Y digo que es tabú porque cuando en una conversación surge de manera casual, o no tan casual, el tema del dinero, una percibe, casi al instante, una clara sensación de indisimulada incomodidad en todos los contertulios, quienes, por supuesto, jamás compartirán su verdadera opinión o aspiraciones al respecto, limitándose a transitar por esos lugares comunes y trillados relativos al “vil metal”:
“El dinero no da la felicidad”. “¿Qué habrá hecho fulanito para acumular tal fortunón?: seguro que nada legal”. “Todos los ricos son unos superficiales y unos imbéciles que viven alejados de la realidad”. “El dinero corrompe”. “El dinero es sucio”. “Yo pobre, pero honrado; todos los ricos son unos ladrones”. “Virgencita, que me quede como estoy”. “Yo solo pido salud”… y así, podría seguir enumerando muchas de estas frases que constituyen el imaginario colectivo, comúnmente aceptado, sobre el dinero y la riqueza, un imaginario colectivo, por otra parte, construido sobre la hipocresía y la falsedad más rampantes.
¿Me van a contar ustedes que no les gusta el dinero, la comodidad, el lujo, vivir con total holgura económica? ¿Me van a contar ustedes que prefieren sufrir estrecheces, pasar noches de interminable insomnio mientras cavilan, febriles, cómo pagar las facturas que se avecinan? ¿De verdad, señores?: ¿el vil metal?
No sé si el dinero da la felicidad, pero desde luego, la carencia del mismo, tampoco. En 1943, Abraham Maslow (máximo exponente de la psicología humanista) elaboró “la pirámide de las necesidades humanas”, ordenándolas jerárquicamente en cinco niveles, desde la base hasta el vértice, de manera que solo una vez satisfechas las necesidades de los niveles inferiores se podía ir ascendiendo, de nivel en nivel, hasta alcanzar la cúspide de la pirámide:
-En el nivel uno se encontrarían las necesidades más básicas del ser humano: alimentarse, beber, descansar, vestirse, calzarse; calentarse, disponer de un techo bajo el que cobijarse, de una vivienda… Como es obvio, para satisfacer las necesidades de este primer nivel se requiere dinero, al menos, en nuestra sociedad actual.
-En el nivel dos se encontrarían las necesidades “de seguridad y protección”: hallarse fuera de cualquier peligro (integridad física), y propiamente: la seguridad económica, entendida como la percepción de unas rentas o ingresos económicos estables.
-A partir del tercer nivel, sin embargo, las necesidades ya no dependen tanto del dinero: nivel tres (necesidades de afecto y apego: familia, amigos…); nivel cuatro (necesidades de valoración y reconocimiento); nivel cinco, en la cúspide de la pirámide y redundando directamente en la obtención de las mayores cotas de felicidad personal posible (las necesidades relativas a la autorrealización del individuo, aquello que verdaderamente lo convierte a uno en un ser pleno, feliz y satisfecho con su vida).
Así, y como puede apreciarse en la pirámide del señor Maslow, solo una vez que el individuo ha satisfecho sus necesidades básicas (todas aquellas para cuya consecución el dinero resulta necesario, al menos, en nuestra sociedad: alimento, vivienda, ropa, luz, agua, salud…), podrá ascender por los niveles superiores, cada uno de los cuales le irá reportando mayores cotas de bienestar y felicidad…
Por lo tanto, a lo mejor, efectivamente, el dinero (per se) no da la felicidad, pero posibilita unas condiciones básicas de vida a partir de las cuales el individuo puede aspirar a dicha felicidad (afectos, reconocimiento, autorrealización)…, y sin ellas, sin estas condiciones básicas, la felicidad es una mera utopía inalcanzable. Si un individuo pasa hambre habitualmente, o tiene sed, o vive en la calle, o carece de ingresos… ¿puede haber felicidad?: yo creo que no; en la pobreza, señores, no hay nada de digno, como tampoco lo hay en la riqueza; la dignidad es un atributo inalienable del ser humano, más allá de sus condiciones socioeconómicas o cualesquiera otras condiciones o circunstancias personales…, y creo que como sociedad y como individuos debemos aspirar al máximo bienestar económico posible para todos, superando las situaciones personales y colectivas de pobreza y carencia.
La consecución de dinero y riqueza no constituye un fin en sí mismo (salvo para algunos, y hay que respetarlos también, y si están equivocados, ya se encargará la vida de demostrarles su equivocación), pero lo que sí constituye es una poderosa herramienta para el logro y disfrute de una vida digna.
El dinero, por otra parte, es una energía, y como tal, cuando fluye correctamente es una auténtica bendición, por la que solo cabe estar agradecido. En lo que a mí concierne, la situación económica ideal es aquella de tal abundancia y holgura que le permita a uno hacer, siempre, en cada momento, todo lo que quiera hacer sin tener que consultar su cuenta bancaria, una situación tan solvente y saneada que uno ni siquiera tenga que pensar en el dinero, sabedor este uno (y con certeza, además) de que la cantidad adecuada estará ahí, y que siempre habrá mucha más disponible. Creo que ésta es una aspiración humana lógica y también sincera, y por la que, desde luego, yo no siento vergüenza o reparo algunos, al contrario.
Verán, creo que la felicidad tiene mucho que ver con la ausencia de miedo: vivir sin miedo y con despreocupación total en cada uno de los ámbitos que conforman la vida humana: en el ámbito económico, en el de la salud, en el ámbito afectivo… Una ausencia de miedo que siempre conducirá a una vida serena, donde no se sienta carencia de tipo alguno. Creo que ésta es la natural aspiración del ser humano, plenamente realizable.
Así que, dinero, dinerín, dinerete: mucha plata y mucho billete. Abónense ya en mi cuenta bancaria personal, a partir de hoy y de manera continua e ininterrumpida, las cantidades económicas correspondientes a esta situación personal de abundancia económica, y ya provengan de donde provengan dichas cantidades. EJECÚTESE.




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