EL ADECUADO EQUILIBRIO ENTRE PROGRESO ECONÓMICO Y JUSTICIA SOCIAL
- carrillopinillamar
- 25 abr 2023
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Nunca entendí por qué estos dos enunciados son excluyentes entre sí y han de ir necesariamente por separado según el espectro político al que uno diga o crea pertenecer: así, pareciera que aquellos que se identifican con el llamado “espectro ideológico de la izquierda” estén obligados, por definición, a enfocarse, solo y exclusivamente, en conseguir a toda costa la tan deseada “Justicia Social”, incluso si con ello se sacrifica toda posibilidad de “Progreso Económico”; mientras que, por el contrario, aquellos que se integran en el denominado “espectro ideológico de la derecha” debieran centrar sus esfuerzos, única y exclusivamente, en lograr las mayores cotas de bienestar económico, arrasando, igualmente pero en sentido contrario, con toda posibilidad de lograr la necesaria “Justicia Social”. Es como si al abrazar uno de los dos postulados, “el adepto de la derecha o de la izquierda” debiera ignorar el otro: o bienestar y progreso económico, o justicia social; capitalismo versus comunismo.
Creo, señores, que la sociedad está lo suficientemente madura para entender que el engañabobos de las ideologías ya no engaña (valga la redundancia) a nadie. Este engañabobos de las ideologías solo sirve a los intereses particularísimos, partidistas y salvajemente egoístas de las distintas formaciones políticas. Tal vez, manipular al electorado enarbolando las banderas de la derecha o de la izquierda, suponga para los partidos políticos suculentos réditos electores; pero, créanme, a la ciudadanía de a pie le sale muy caro seguir creyendo en estas milongas de derechas y de izquierdas…, porque en esta materia, necesariamente, y por una cuestión práctica y de sentido común, se ha de ser DECIDIDAMENTE ECLÉCTICO: de las ideologías no se come.
Una sociedad madura debe centrar sus esfuerzos en lograr para todos sus ciudadanos, TODOS, el máximo bienestar económico y la máxima justicia social: sin progreso económico no puede existir justicia social; y sin justicia social, el progreso económico se pervierte y se convierte en la vileza y la villanía más abyectas. No puede entenderse lo uno sin lo otro, y viceversa.
Analizando la catastrófica situación económica y social de España (y por la parte que me toca, de mi tierra, Extremadura), donde las colas del hambre llegarán a la Antártida en breve, si no se pone remedio con carácter urgente, resulta una obviedad lo que voy a exponer a continuación.
Necesitamos un plan económico de choque y de urgencia, diseñado con inteligencia estratégica: se necesita generar riqueza económica y se necesita hacerlo ya; lo que necesariamente implica apostar por un empleo de calidad en el sector privado; solo un tejido empresarial solvente, sólido y saneado podrá crear ese empleo de calidad.
Para crear y sostener en el tiempo ese tejido empresarial sólido, solvente y saneado (y en dicho tejido empresarial se incluyen: autónomos, pymes y grandes empresas) es estrictamente necesario: BAJAR LA PRESIÓN FISCAL, rebajando al mínimo todos los impuestos. Una cosa es la progresividad y otra muy distinta es un ROBO A MANO ARMADA O SISTEMA FISCAL CONFISCATORIO… Porque, sí, señores, lo que está sufriendo la sociedad española en su conjunto (asalariados, pequeñas, medianas y grandes empresas) es un robo a mano armada: lo que uno gana con su esfuerzo, con sus desvelos, con sus largas horas de trabajo… le está siendo esquilmado por un Estado ineficiente, incapaz no solo de generar ingresos y de administrarlos de manera eficiente, sino empeñado, además, en imposibilitar y boicotear las condiciones que permitan dicha creación de riqueza por parte de quienes deben crearla y sostenerla en el tiempo: asalariados y empresarios; la sociedad civil, los ciudadanos de a pie, aquellos que sostienen nuestro país.
Y no solo hay que rebajar la presión fiscal; también hay que rebajar al mínimo las cotizaciones a la Seguridad Social: otro robo a mano armada, sobre todo para los autónomos…; y además, y esto resulta otra obviedad el tener que decirlo: hay que REDUCIR AL MÍNIMO LA INSUFRIBLE BUROCRACIA, por la que ciudadanos y empresarios se ven obligados a transitar, como si de un vía crucis se tratara.
Y dicho esto, cabe plantearse ahora la siguiente pregunta: ¿y si la Administración deja de percibir pingües beneficios por impuestos, cómo va equilibrar las arcas públicas, cómo va a conseguir el dinero que antes conseguía a través de esos impuestos?: muy fácil, señores, recortando al máximo, allí donde debe recortarse, todo lo superfluo en el sector público, es decir, reduciendo al mínimo LAS EMPRESAS PÚBLICAS: ese agujero negro por el que el Estado dilapida dinero de sus ciudadanos en cantidades ingentes; empresas públicas, y esto tampoco hace falta que yo lo diga, que solo sirven a los intereses particularísimos y también salvajemente egoístas de los partidos políticos, y que poco tienen que ver con las necesidades reales de la sociedad y la adecuada prestación de los servicios públicos.
¿Necesitamos Administración?: sí, claro que sí, pero la estrictamente necesaria: objetiva, imparcial y transparente; aquella que permita prestar unos servicios públicos de calidad… No una Administración mastodóntica, hiperdimensionada y por ende, ineficiente.
Y una vez conseguida esa economía saneada, solvente y sólida, ahora sí, la misma debe revertir en una adecuada JUSTICIA SOCIAL. Justicia social que pasa, en primer lugar, por proveer a los trabajadores asalariados de unas condiciones laborales justas: buenos y abultados salarios que les permitan vivir holgadamente y con comodidad; y tiempos de trabajo equilibrados, aquellos que les posibiliten el adecuado descanso y los adecuados tiempos para el ocio, la conciliación familiar, etc.
Justicia social que necesariamente ha de traducirse, también, en justas y equitativas pensiones: de jubilación, de viudedad, de orfandad, de incapacidad, por enfermedad, etc; es decir, saneadas y abultadas pensiones para todos aquellos que, por una u otra cuestión, ya no trabajan, o no pueden subsistir por sí mismos.
Y dicho esto, una cosa más: esto que acabo de exponer ni es una utopía ni guarda relación alguna con ideologías ni cuentos chinos: solo es estrategia económica, sentido común, y el ardiente deseo de una España próspera y justa para todos.
Y valgan mis sinceras disculpas (justo, también, es decirlo) para aquellos políticos y cargos públicos que se desviven (y existen) por el bienestar de sus conciudadanos.




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