FRACASO SIN PALIATIVOS DE LAS POLÍTICAS DE GÉNERO Y DEL RADICALISMO MÁS INSENSATO
- carrillopinillamar
- 18 may 2023
- 3 Min. de lectura

Cómo me gustaría hoy, señores, poder escribir esta entrada con otras palabras, palabras que hablaran de “éxito”, de “la igualdad efectiva conseguida entre hombres y mujeres”, “de la erradicación de los estereotipos de género”..., pero no puedo hacerlo, y no puedo porque estaría faltando a la verdad.
Transcurrido ya un tiempo suficiente, más que prudencial, para poder realizar un análisis objetivo y certero sobre los efectos de dichas medidas desde que las mismas comenzaron a implementarse, cabe decir que no se han conseguido ninguno de los objetivos pretendidos, más bien al contrario: nunca antes como ahora ha existido un índice tan alto y tan alarmante de violencia machista; sigue existiendo una vergonzosa brecha salarial entre hombres y mujeres; los puestos directivos siguen siendo copados, en su mayoría, por hombres; las mujeres siguen pariendo (por ahora, la naturaleza sigue su curso), los hombres siguen yendo los domingos al fútbol… y por lo demás, la vida sigue igual, que diría Julio Iglesias… Pero, bromas aparte, señores, algo se está haciendo francamente mal.
Claro que son necesarias las políticas de género; claro que es necesario adoptar medidas que garanticen la plena participación de la mujer en todos los ámbitos de la vida en condiciones de paridad con los hombres. Claro que es necesario luchar para lograr esa igualdad efectiva entre hombres y mujeres, adoptando planes integrales que permitan, además, la conciliación entre la vida laboral y familiar de las mujeres… pero también de los hombres. Y es necesario porque nuestra sociedad sigue siendo, todavía hoy, una sociedad patriarcal, diseñada por hombres, y para los hombres, por lo tanto hay que ser decididamente feminista, pero entendiendo el feminismo como un activismo centrado en las necesidades reales de las mujeres y no como este circo rocambolesco en el que se ha convertido.
Las políticas de género, necesarias y loables en sus intenciones originarias, han desembocado en una impúdica exhibición de ese radicalismo ultra e insensato que no sé cómo definir sin resultar ofensiva. Me estoy refiriendo a la exhibición de esas señoras que acostumbran a vestir de morado, a las que no les gustan “los Cayetanos del barrio de Salamanca”, pero a las que les encanta vivir en lujosos y acomodados chalés a las afueras de Madrid; me estoy refiriendo a esas señoras que han decidido emprender una cruzada santa contra el género masculino, criminalizando a todo hombre por el hecho de haber nacido hombre, y elevando a los altares a toda mujer por el simple hecho de haber nacido mujer; me estoy refiriendo a esas señoras que han hecho del insulto fácil y la zafiedad su enseña particular, tal vez para enmascarar su falta de argumentos políticos, tal vez para disimular su falta de preparación y su mediocridad intelectual; me estoy refiriendo a esas señoras cuya “brillantez legislativa” ha rebajado la condena a los violadores de esas mujeres a las que ellas dicen defender; me estoy refiriendo a esas señoras que en vez de reconocer su error y enmendarlo de inmediato, se dedican a insultar a los jueces y a los profesionales del Derecho.
Algo se está haciendo mal, pero que muy mal, cuando como he dicho antes, los casos de violencia machista son cada vez más, en vez de menos, y además, se están dando cada vez con más frecuencia en una población muy joven: muchachos y muchachas que empiezan a no discernir entre lo que es normal y lo que no lo es dentro de una relación de pareja: no es normal dar bofetones ocasionales, como sostienen muchos de estos muchachos y muchachas; ni tampoco lo es controlar o fiscalizar los móviles de sus parejas.
Creo que el enfoque de las actuales políticas de género es totalmente erróneo. No hay que educar en el respeto a la mujer por el hecho de ser mujer, sino que hay que incidir en el respeto a toda persona, por el simple hecho de ser persona, más allá de su género, su ideología, su religión, su orientación sexual, su raza, su fisonomía o cualesquiera otras características personales… Hay que respetar a las mujeres y hay que respetar a los hombres.
La violencia es inadmisible ya se ejerza contra un hombre o contra una mujer, (salvo casos excepcionales como la legítima defensa).
Debe ponerse el foco en la defensa de la dignidad y en la defensa de la integridad física y moral de las personas, ya se sea hombre o mujer.
Menos políticas de género y más educación integral, rica en valores, en esos valores que son atemporales y que deben regir nuestra vida en todo tiempo, en todo lugar y en toda situación: igualdad, tolerancia, respeto, justicia, solidaridad, honestidad… Y con esa educación rica en valores se paliarían muchos de los problemas “de género” que padece la sociedad actual.




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