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HOMBRE SOY, NADA DE CUANTO ES HUMANO ME ES AJENO.

  • Foto del escritor: carrillopinillamar
    carrillopinillamar
  • 28 mar 2023
  • 3 Min. de lectura

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En esta frase, de Publio Terencio Africano, se resume lo que hoy quisiera compartir con ustedes. Verán, una/o hizo el firme propósito, hace ya algún tiempo, de no inmiscuirse en cuestiones que ni le van ni le vienen, o si ustedes prefieren, en asuntos del “mundanal ruido”: aquellas tribulaciones que en nada afectan a la vida cotidiana y particular del/de la que suscribe.


Debo explicarles, antes de continuar, que el empleo del “uno/a” tiene que ver con el uso del término hombre”, en la máxima que da título a esta entrada: “Hombre soy, y nada de cuanto es humano me es ajeno”.


El término “hombre”, en la frase de Publio Terencio, no alude (y me imagino que eso ustedes ya lo saben) al género masculino, sino que se emplea en un sentido amplio y global del término: hombre como ser humano, como ser o individuo, ya hombre ya mujer, perteneciente a la raza humana; por lo tanto, indiferente me resulta, a estos efectos, que alguien pudiera considerarme hombre o mujer, pues “hombre soy”, también, y como tal, cuanto es humano me afecta y me atañe directamente, y justificará siempre mi intromisión en cuanto asunto demande mi atención o suscite en mí algún tipo de inquietud anímica que requiera la intervención o desahogo oportunos.


Y no puedo permanecer callada/o, por más que lo haya intentado (y lo digo de verdad) ante lo que supone la manifestación más evidente de la estupidez y la idiocia de una sociedad ignorante, inculta y confusa, y merced a dicha confusión, además: arrogante, soberbia y egoica. ¿Cómo puede alguien siquiera pensar que la que es una obra culmen del arte, en este caso, del renacentista, “el David”, de Miguel Ángel, ese canto humano a la belleza de la armonía estética y de las proporciones perfectas, albergue algo de pornográfico entre su piedra tallada con mimo y talento de buen artista? Hace falta tener los ojos muy sucios para ver pornografía en lo que es, ha sido y siempre será una obra escultórica magistral que rinde tributo a la belleza, a la belleza con mayúsculas, a una belleza que conmueve e invita a su contemplación, en este caso, a la de una belleza incontestable: la de un cuerpo humano, desnudo y hermoso, perfecto en su exultante desnudez.

Verán… si uno/a sabe mirar adecuadamente, encontrará belleza allí donde mire… La encontrará en la naturaleza, y en las plantas, y en los animales… y también en los hombres, en un sentido genérico del término (en los hombres y mujeres, ya vestidos, ya desnudos, con todas sus características y atributos, con toda su exultante humanidad).


El arte, del tipo que sea (escultura, arquitectura, pintura, literatura….) solo trata de, (o solo puede, en realidad) emular, o si ustedes prefieren, reflejar, esta belleza… que es genuina y original.


Está hecho el “hombre” de carne, también; de una carne que es bella y perfecta en sí misma, y a la que Miguel Ángel quiso rendir tributo en todo su esplendor, inmortalizándola en una obra que ha traspasado fronteras y siglos.


Hay que saber mirar, y entonces, solo entonces, uno/a podrá apreciar y aprehender la verdadera esencia de cada cosa, de cada objeto, de cada circunstancia observada, su belleza intrínseca.


Si uno/a no sabe mirar, lo único que uno/a verá será una proyección de sí mismo/a: si hay suciedad, verá suciedad; si hay candor, verá candor; si hay perfección, verá perfección en todo.


Aprendamos, pues, a mirar.


28 de marzo de 2023.

 
 
 

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