LA IMPORTANCIA DE CERRAR CICLOS
- carrillopinillamar
- 6 jun 2023
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Jamás podremos iniciar un nuevo capítulo en nuestra vida si no nos aprestamos a cerrar aquellos episodios vitales que quedaron inconclusos o pendientes de resolución en algún momento de nuestra existencia. Todos atravesamos, a lo largo de los años, por distintas fases o ciclos, y cada uno de estos lapsos temporales tiene características muy concretas y sus propios desafíos. Cuando uno echa la vista atrás y trata de recapitular su vida, es fácil reconocer estos ciclos y lo que cada uno de ellos ha supuesto para nosotros, siendo común a todos ellos la necesidad de cerrarlos adecuadamente para que el ciclo siguiente pueda comenzar. A veces, transitar por alguno de estos ciclos resulta especialmente difícil por las crudas y áridas vivencias que el mismo lleva aparejadas; a veces, algunos de estos ciclos nos infligen heridas tan profundas que repararlas supone un trabajo titánico, trabajo, por otra parte, que pudiera parecer, a priori, estéril e infructuoso…, ¿y por qué digo esto?: pues porque pese a los esfuerzos denodados que uno realiza para cerrar estas heridas vitales, las mismas (rebeldes) parecieran negarse de manera enconada a ser suturadas… y así, siguen supurando una pus infecta y maloliente que arruina toda posibilidad de un futuro dichoso y liviano… y esta situación puede prolongarse ad infinitum hasta que la vida (la vida y no nosotros) decide que es el momento de clausurar herméticamente esos largos e insidiosos ciclos vitales; y entonces, y solo entonces, resulta que aquellas situaciones que no lográbamos superar pese a poner todo nuestro empeño en ello, comienzan a resolverse de manera satisfactoria, y la mayoría de las veces, además, de manera sorpresiva e inesperada, y sin nuestra intervención; y así, aquellas injusticias (o aquellas situaciones que nosotros percibimos como injustas e inmerecidas, aunque raras veces lo son, pues todo lo que nos acontece observa un profundo equilibrio cósmico), y contra las que tanto clamábamos… son reparadas; y aquellas explicaciones que nunca nos dieron… aparecen, de pronto, diáfanas y cristalinas, disolviéndose daños, angustias y neblinas; o, a lo mejor, es que dichas explicaciones ni siquiera son ya necesarias, pues ese esfuerzo que realizamos durante tanto tiempo y que durante tanto tiempo nos pareció estéril, acaba dando sus frutos, y devienen, de pronto (pareciera que por arte de birlibirloque), la comprensión y el entendimiento lúcidos de esas situaciones y del porqué de las mismas…, ese entendimiento y esa comprensión que durante tanto tiempo nos esquivaron como si se tratara de avezados enemigos; pero como digo, esto sucede, solo, cuando la vida, que es infinitamente más sabia que nosotros, decide, y además, en la forma en la que la vida acuerda que suceda… Y entonces, cabría preguntarse de qué sirve nuestro esfuerzo y nuestro empeño si las soluciones (esas que son verdaderamente importantes), no están ni jamás han estado en nuestras manos… ¿Es que no somos más que meras marionetas en manos del destino?
Verán, todos habrán escuchado alguna vez esta frase o alguna parecida: “Haz lo que tienes que hacer, y desapégate del resultado”, frase que, creo, sintetiza perfectamente lo que describo en esta entrada. En nuestras manos estará siempre hacer todo lo que podamos y consideremos apto para solucionar, sanar y superar todas esas agrias situaciones en las que nos podamos haber visto inmersos, pero ese esfuerzo, o su única virtualidad, en realidad, no será otra que la de permitirnos evolucionar en consciencia durante esos largos procesos. El esfuerzo que realizamos jamás es estéril aunque pudiera parecérnoslo; y puede que dicho esfuerzo no nos conduzca a la solución inmediata o a medio plazo de esas situaciones (esa labor le corresponde a la vida), pero mientras estamos buscando esa solución o ese cierre magistral de etapa, el trabajo personal realizado nos está permitiendo aprender lo que necesitamos aprender y, como digo, evolucionar. Y esto, que no siempre resulta fácil de digerir (pues barre como ciclón con toda ilusión de control sobre los acontecimientos de nuestra vida), debería ayudarnos, en realidad, a relajarnos y a reconciliarnos con nuestra existencia y nuestras vivencias, para las que siempre existirá una dulce y perfecta salida, o un cierre hecho a la medida de nuestras necesidades, aunque dicho cierre se haga esperar.
La vida siempre tiene sus motivos, y sus motivos siempre serán de causa mayor. Aprendamos, pues, a relajarnos, aun en medio de las más virulentas tormentas.




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