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MIGRANTES

  • Foto del escritor: carrillopinillamar
    carrillopinillamar
  • 16 may 2023
  • 3 Min. de lectura

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Es éste (el de la emigración/inmigración), un tema controvertido, y, además, objeto en la actualidad de un debate agitado en el que las posiciones, acaloradas y opuestas, devienen casi inamovibles. Es un tema, por otra parte, que suele adquirir máxima relevancia en épocas de gran inestabilidad e incertidumbre económica, como la actual; y es además, un debate que no atañe, únicamente, a nuestro país, sino que afecta a todo el globo terráqueo, y ello, como acabo de decir, por una clara cuestión de inestabilidad económica mundial.


Los movimientos migratorios pueden analizarse desde dos perspectivas diferentes: la perspectiva de aquellos que se ven obligados a salir de sus lugares de origen (emigrantes), y la perspectiva de aquellos que viven en los territorios que acogen a esos emigrados (y entonces, desde esta perspectiva, hablaremos del fenómeno de la inmigración). Y es al tratar de conciliar estas dos perspectivas cuando surgen los agrios problemas y las agrias discusiones que han desembocado en opciones políticas y sociales que han hecho del radicalismo xenófobo su bandera.


Bien, creo que todos estaremos de acuerdo en el siguiente hecho: cuando una persona decide abandonar su lugar de origen, muchas veces dejando allí a su familia y todo lo que ama y le es conocido, es porque allí donde reside no puede desarrollar su vida en condiciones dignas, bien sea por una cuestión de privación económica, hambrunas, confrontaciones bélicas, persecuciones políticas… Creo que es legítimo y humano tratar de mejorar nuestras condiciones de vida, como creo, también, que todos, si nos viéramos inmersos en dichas situaciones haríamos lo mismo: emigrar, si ésta es la única manera de escapar de las privaciones y penalidades descritas. Muchas veces, además, como todos sabrán, esas legítimas expectativas en pos de una vida mejor acaban naufragando, acabando también, con la vida de esos emigrantes que solo ansiaban un horizonte más luminoso, y a los que hemos visto, tantas veces, flotando, ya cadáveres, en un mar convertido en tumba; y a los que hemos visto, también (vergüenza soberana), ya en las costas, ya trepando por las vallas, (vivos pero exhaustos), tratados como si fueran animales rabiosos… carne de deshecho, de la que hay que deshacerse.


Y no es verdad, y es una falsedad como una catedral de grande, que esos emigrantes que arriesgan todo lo que tienen, y entre ello, su vida (el bien más valioso y digno de protección que todos tenemos) vengan a quitarnos el trabajo y el pan de la boca; ¿y por qué no es verdad, sino una falsedad descomunal?: porque a esos emigrantes, ya inmigrantes (una vez arribados a destino) se les reserva aquellos puestos de trabajo que los nacionales no quieren desempeñar; y no solo ya es que se les dé esos trabajos que los nacionales desdeñan, sino que cuando se les contrata, se hace en una clara situación (vergüenza soberana) de abuso laboral y humano, no solo pagándoles miserables retribuciones a cambio de sus larguísimas y penosísimas horas de trabajo, sino privándoles, además, de la necesaria cobertura social (muchos de estos inmigrantes no figuran inscritos en la Seguridad Social).


Miserable, señores, es el país cuyos nacionales olvidan su condición humana y la obligación que como humanos nos atañe a todos: tender una mano a aquel que lo necesita, dentro, siempre, de nuestras posibilidades.


Por lo tanto, en el tema de la emigración/inmigración cabría hablar de dos fases, o de dos momentos distintos:


-Un primer momento, que es el de la recepción o acogida a esos emigrados; una fase en la que hay que saber responder, de manera rápida, eficiente, cálida y humana, a esas situaciones reales de emergencia social.


-Una segunda fase, “la jurídica o política”, en la que el país de acogida debe contar con una completa legislación que garantice que esos inmigrantes, si desean permanecer en dicho país, gocen del estatuto jurídico de ciudadanos con “los mismos derechos y con las mismas obligaciones” que los nacionales; porque de lo contrario nos encontraremos siempre con un caldo de cultivo perfecto para que germinen el abuso, el odio, la injusticia, la violencia…


Y como siempre digo, conviene recordar que es el nuestro un mundo regido por la Ley de causa y efecto, un mundo donde todo aquello que uno entrega a la vida, le es devuelto a uno por esa misma vida, merced a dicha Ley universal.


Quisiera no ver más cadáveres flotando a la deriva, ni más seres humanos tratados como carne de deshecho, ni más banderas (ni las violentas, ni las democráticas) enarboladas por la ignorancia, el odio y la xenofobia.


Es nuestra responsabilidad, la responsabilidad de todos: siempre seremos seres humanos, antes que nacionales de un país o de otro. Actuemos, pues, como seres humanos.



 
 
 

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