¿QUÉ ES LA BELLEZA?

¿Se lo han planteado ustedes alguna vez? ¿Qué es la belleza, cómo definirla sin adentrarse en el maremágnum de la abstracción más abstracta, en un laberinto, quizá, de imposible salida? Tal vez, esta pregunta se parezca a aquella otra de aquel anuncio, ¿se acuerdan?: “¿A qué huelen las cosas que no huelen?”; o a esta otra: “¿Cuál es el sexo de los ángeles?”. ¿Podrían ustedes responder de manera certera e inequívoca?..: yo tampoco.

¿Qué es la belleza? ¿Tiene que ver con la perfección estética, o tal vez, con la perfección moral? ¿Es exterior, es interior? ¿La belleza se percibe solo a través de los ojos, o también se siente como honda emoción? Piensen, por ejemplo, en la música, en aquellas melodías o canciones que logran conmovernos hasta las lágrimas…

La belleza de un paisaje, la belleza de una persona, la belleza de un gesto noble, de un comportamiento bondadoso, amable… La belleza de una construcción arquitectónica, de una pintura, la belleza inasible de ciertos momentos…

¿Qué es la belleza?

Supongo que para este interrogante existen tantas respuestas (casi) como individuos pululan por este mundo nuestro; y supongo que cada uno cree tener claras cuáles son sus preferencias en la materia según el objeto, la cosa, la persona, la situación o el elemento observados… “Para gustos… los colores”, ¿verdad?, suele decirse.

Les diré (en lo que a mí concierne), que la belleza está íntimamente relacionada con el equilibrio y la armonía, más que con aspectos estéticos o éticos concretos, armonía tanto en “el algo u objeto contemplado” como en la emoción que me provoca la contemplación de “ese algo”. Así, si me hallo frente a una persona, la encontraré bella en su apariencia externa (más allá de su perfección o imperfección estética) cuando al contemplarla, todo en ella me hable (sin hablar) de equilibrio y buen gusto, de la integración armónica de aquellos elementos que conducen a esa belleza: saber elegir en la ropa los colores y hechuras que a uno le sientan bien; los peinados y cortes de pelo adecuados para uno…, no los que imponga la moda tirana de cada momento, sino los que mejor se acomoden al cuerpo, a la complexión, y a los rasgos físicos de una persona… eso que se ha conocido siempre como “saber sacarse partido”. Si lo que estoy valorando, en cambio, es la manera de ser de una persona, igualmente, les diré que la encontraré bella y atractiva cuando al tratarla personalmente o al verla interactuar con el entorno, todo en su comportamiento me transmita una clara, inequívoca, tangible y sentida sensación de paz y buena energía, lo que tiene muchísimo que ver con el hecho de que dicha persona actúe en todo momento en coherencia y en profunda armonía con ella misma, más allá de las virtudes, defectos o rasgos de personalidad concretos que definan a esa persona.

Lo mismo me sucede si observo un paisaje natural, o construcciones urbanas, u obras artísticas de distintos estilos y épocas: las calificaré como hermosas y bellas siempre que me transmitan esa imagen unívoca e integrada de armonía y equilibrio en todos sus elementos; equilibrio y armonía que, como les digo, siempre provocarán en mí (y como corolario lógico), ese efecto natural, esa agradable sensación de íntimo y profundo bienestar.

Armonía externa e interna… las dos caras de la misma moneda, en este caso, la que compra la belleza, al menos, para mí; pero ya saben: “Para gustos… los colores”.