SALUD PLENA
- carrillopinillamar
- 17 jul 2023
- 4 Min. de lectura

¿Se acuerdan de esta canción de Rodolfo Sciammarella?: “Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor… y el que tenga las tres… que le dé gracias a Dios”.
Tres grandes bendiciones. Cada una de ellas, por separado, constituye un auténtico tesoro, y si, además, se tiene la enorme fortuna de disfrutar de las tres en un adecuado equilibrio, dicho disfrute equilibrado podría traducirse como “plenitud”, "vida plena", sin necesidad de más adjetivos ni explicaciones.
Qué importante es, pues, gozar de una buena salud, de una equilibrada salud física, psíquica y emocional; qué importante es, igualmente, disponer, como ciudadanos, de una buena sanidad, de unos servicios sanitarios rápidos, eficientes, comprometidos; disponer de hospitales bien dotados; disponer de profesionales a los que se les permita hacer el trabajo para el que se han preparado (a conciencia) durante tantos años…
De todos los servicios públicos que prestan las Administraciones, y siendo todos ellos necesarios y vitales, “la sanidad” es el prioritario: la salud constituye, ciertamente, una bendición, pero también es un derecho individual y colectivo de los ciudadanos, un derecho para cuyo disfrute y ejercicio por parte de éstos, las Administraciones deben tener previstas las adecuadas dotaciones de medios humanos y materiales; no existen excusas posibles para las interminables listas de espera; para las deficiencias en hospitales y ambulatorios… En esta materia, solo cabe hablar de buena gestión o de mala gestión; de una sanidad pública y universal de calidad, o, por el contrario, de un sistema sanitario deficitario e incapaz de responder con prontitud y diligencia a las demandas y necesidades de los ciudadanos.
Se les pide a éstos (a los ciudadanos) que paguen sus impuestos, que contribuyan a sostener los gastos públicos… ¿a cambio de qué, señores?, ¿de esta sanidad que padecemos hoy?
Nuestras universidades forman con esmero a grandes profesionales: médicos, enfermeros, terapeutas… ¿y para qué?, ¿para ver cómo se declaran en huelga mientras claman a voz en grito para que se les permita realizar su trabajo; mientras reclaman (con razón) unos tiempos mínimos y adecuados de atención a cada paciente?
Creo que la sanidad, que ha de ser pública y universal, requiere de manera urgente de gestores altamente cualificados y capaces; capaces de anticiparse a las necesidades; capaces de responder a las mismas de manera adecuada y rápida; capaces de un uso inteligente y eficiente de los recursos humanos y materiales, previa una planificación adecuada y racional de éstos y su consiguiente dotación.
No hay excusas posibles que disculpen las inaceptables demoras en la atención, las inaceptables listas de espera; el estado ruinoso de algunos hospitales; la falta de tecnologías y tratamientos de vanguardia…
Ha de permitirse que la medicina alopática cumpla las funciones que le son propias y connaturales… y esta obligación compete de manera directa a las Administraciones Públicas, como igualmente, nos compete a cada uno de nosotros, individualmente, hacer cuanto esté en nuestras manos para mantenernos sanos y saludables, de manera que tengamos que requerir, lo menos posible, de estos remedios alopáticos.
¿Y qué puede hacer cada uno de nosotros por su salud física, psíquica y emocional?: mucho, en realidad.
Mantener nuestro cuerpo y nuestra mente sanos, fuertes y equilibrados:
-Alimentarnos de manera adecuada (y por adecuada, y más allá de las modas imperantes en cada momento, entiendo una alimentación que mantenga los niveles corporales –esos que se miden en las correspondientes analíticas-, dentro de los parámetros normales).
-Tratar de dormir lo suficiente.
-Hacer algo de ejercicio físico de manera constante: pasear, algún deporte…, preferiblemente, cualquier actividad que aúne trabajo cardiovascular (en el que el corazón, que es un músculo, se ejercite a diversos ritmos de intensidad) con algo de fuerza (sencillos ejercicios para piernas, brazos y core) y algo de flexibilidad (suaves ejercicios y torsiones para cuello y espalda, sobre todo).
-Realizar a diario, o de manera habitual, actividades o aficiones que nos reporten satisfacción, diversión, gozo y alegría.
-Rodearnos de personas que nos quieran bien, cuya compañía y trato nos nutra y nos aporte bienestar y calidez afectiva. Verán, a veces, ni siquiera se trata de que nos quieran bien o mal, sino de una cuestión que tiene más que ver con la afinidad y la compatibilidad o la falta de ellas. Hay personas con las que, por más que nos esforcemos, jamás seremos compatibles, por lo que esforzarnos en congeniar o en lograr dicha afinidad resulta un trabajo estéril y baldío; y hay personas que, directamente, no nos gustan y a las que no gustamos. Evitar en lo posible “estas malas compañías” resulta vital para mantener un estado psicofísico saludable. Abandonemos ya ese “buenismo” absurdo y ese sentimiento de culpa aún más absurdo, por el que nos obligamos a ser amigos de todos, y en realidad, lo único que conseguimos es estropearnos la vida. Si alguien no nos gusta y no gustamos a ese alguien, vamos a vivir y a dejar vivir (respetemos a todos y sigamos nuestro camino, rodeados, eso sí, de aquellas personas que nos reportan bienestar y agrado).
Fíjense ustedes que “La incompatibilidad de caracteres” es una causa de nulidad matrimonial, ¿y por qué?, pues porque se entiende que dicha incompatibilidad imposibilita una convivencia conyugal armónica y pacífica; y esta imposible relación armónica por incompatibilidad de caracteres deviene sea cual fuere el tipo de relación en el que se hallen implicadas dos personas (amistosa, laboral, familiar…), así que señores, abandonen todo sentimiento de culpa por este motivo. Vamos a proteger nuestra salud y vamos a reverenciar nuestra energía y a mantenerla a salvo de “agentes tóxicos o no saludables”.
-Y hay algo más (de vital trascendencia) que uno puede hacer por su salud: NO ODIAR A NADIE. Verán, podría extenderme aquí en una detallada y minuciosa explicación alopática sobre los graves efectos que en el organismo humano provoca ese/a corrosivo/a pensamiento/sentimiento/emoción/energía que es el odio cuando el mismo es persistente; sin embargo, obviaré tal explicación y me limitaré a decirles que el odio persistente, ese/a letal pensamiento/sentimiento/emoción/energía acaba por contraer todas las células del organismo, células a las que empieza a faltarles el oxígeno, falta de oxigenación que provoca severas dolencias y enfermedades en el organismo humano, enfermedades y dolencias de ésas de las que uno se muere. Ya ven lo poco rentable que resulta el odio. No pueden gustarnos todas las personas ni podemos gustar a todos. VAMOS A VIVIR Y A DEJAR VIVIR.
Así que fíjense ustedes todo lo que podemos hacer por nuestra salud. Vamos a cuidarnos, y si, finalmente, y pese a ello, necesitamos acudir a los servicios sanitarios, que éstos sean de la mejor calidad, rápidos, acertados y eficientes.




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