SI TE LLAMAN "IDEALISTA", SONRÍE Y CALLA
- carrillopinillamar
- 29 jun 2023
- 2 Min. de lectura

A mí me lo han llamado no sé cuántas veces: idealista, soñadora, utópica… y no como si se tratara de una virtud, precisamente, sino más bien, todo lo contrario, como si una padeciera una grave tara o una enfermedad altamente contagiosa contra la que los demás debieran prevenirse seriamente; como si una, merced a dicho rasgo de carácter, estuviera inhabilitada para transitar por este mundo nuestro, un mundo, tal vez, bastante más pragmático que una; y nunca me importó, ni antes ni ahora, y ni ahora ni antes entré en discusiones vanas al respecto ni traté de justificar mi forma de ser, entre otras cosas, porque desde hace mucho tiempo ya, sé con certeza que hay cosas que no se pueden cambiar: el idealismo, creo, me viene implantado de serie.
Y sonreí (amablemente) y callé, mientras unos y otros me explicaban las inconveniencias de ser “una idealista”:
“¡Cuánto vas a sufrir, hija mía! ¡Cuántas decepciones y cuántos sinsabores vas a conocer! ¡Te van a engañar! ¡Te van a traicionar! ¡Pon los pies en la tierra! ¡Aterriza en la realidad! ¡Cuántos batacazos te vas a dar!".
¿Y quién no? ¿Es que acaso el dolor y el desengaño son tan solo patrimonio de los idealistas y de los soñadores? No, señores, la vida nos vapulea a todos, y a todos, antes o después, nos deja el cuerpo maltrecho y el alma en tiritera. A todos nos hiere (profundamente, a veces) y a todos nos besa (de vez en cuando).
¿Y cómo si no, señores, si no es aspirando a la máxima perfección posible, al más elevado idealismo puede una transitar por este mundo agreste?
Y sí, la vida se ríe de nuestros sueños y los golpea, inclemente, hasta que muchos de ellos mueren aplastados contra el frío suelo de la realidad, pero otros, resisten y sobreviven, y se levantan, y renqueantes primero, y erguidos, después, continúan su camino en pos de ese ideal perfecto; ese idealismo los mantiene vivos, les da esperanza, les permite seguir caminando, mantener tan altas sus expectativas que la realidad no logra darles alcance, una realidad que ya agotada, acaba dándose por vencida.
Mi idealismo me salvó… de la vida que no quiero, de la vida que no acepto, de la vida que no apruebo, de una vida que no es mi vida. Mis ideales y yo seguiremos nuestro camino; y callaré, y seguiré sonriendo (amablemente) cada vez que alguien me llame: ¡idealista soñadora!




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