TANTO ARTE COMO PERSONAS EXISTEN EN EL MUNDO
- carrillopinillamar
- 13 jun 2023
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Paseaba hace unos días con mi perro por la zona por la que suelo pasear: un largo canal de desagüe en mi pueblo que ha sido habilitado como zona de paseo, juego y recreo. Cuenta este largo canal con porterías de fútbol, canastas de baloncesto y unas inmensas paredes, idóneas para que los artistas urbanos puedan plasmar sobre ellas su arte y su creatividad; y así, ese día del que les hablo se estaba celebrando en “el canal de mi pueblo” la cuarta edición de la FULL LOVE GRAFFITI, y mientras observaba detenidamente cómo grafiteras y grafiteros iban completando sus coloridos y originales dibujos, me dio por pensar en el arte y en sus distintas manifestaciones…, en todas esas disciplinas artísticas que suelen englobarse dentro de dicho concepto; y así, por “Arte” entendemos la escultura, la pintura, la literatura, la arquitectura…, y por artistas, también, a los músicos, actores, bailarines, diseñadores de moda…
Sin embargo, lo cierto (seguía pensando yo) es que artistas (y, además, artistas inimitables e irrepetibles) somos todos los seres humanos, absolutamente todos (cada uno de nosotros), cada vez que usamos el talento o el don único e intransferible que la vida nos ha regalado a cada uno de nosotros.
Fíjense: alcanzamos ya la cifra de unos ocho mil millones de habitantes (nada más y nada menos) en este planeta nuestro, la tierra; pues a cada uno de nosotros (de los ocho mil millones de seres que habitamos este planeta), el universo nos ha regalado “algo” (llámenlo como quieran: talento, don, habilidad…) en cuya ejecución y desarrollo somos mejores que el resto de seres humanos; fíjense qué cantidad de talentos o habilidades existen en este mundo nuestro más allá de esas disciplinas artísticas con las que todos identificamos la palabra “Arte”.
Y así, artistas seremos todos cada vez que utilicemos esa habilidad o ese don personal, con independencia de cuál sea nuestra ocupación o profesión, porque, como digo, dichos dones nos han sido entregados por la vida para que hagamos verdadero arte con ellos.
El uso de estos dones y talentos tiene además la prodigiosa virtualidad de proveer a nuestro bienestar y felicidad y a la de los demás; ese “algo” que cada uno de nosotros hace mejor que el resto de seres humanos es aquello que hacemos bien de manera natural, prácticamente, desde niños, y seguiremos haciendo bien hasta el último de nuestros días en la tierra; es todo aquello para lo que estamos especialmente dotados sin necesidad de grandes aprendizajes o extenuantes esfuerzos, lo que no excluye, sin embargo, cierto trabajo personal para pulir o desarrollar estas habilidades o talentos, y lograr el máximo grado de excelencia en el uso de los mismos.
Por lo tanto, conocer cuál es el don que nos ha sido regalado a cada uno de nosotros es vital para el desenvolvimiento de una vida plena y feliz; plenitud y felicidad que, como dije anteriormente, redundará también en el bienestar de los demás, y ello es así, porque, en primer lugar, cuando uno es feliz y se siente pleno y satisfecho con su vida, no pierde el tiempo en fastidiar a los demás ni en inmiscuirse en su vida: la gente autorrealizada crea de manera natural entornos saludables y pacíficos a su alrededor; pero es que, además, el desarrollo de estas habilidades únicas e intransferibles benefician o generan un servicio a la sociedad sin que uno se lo proponga, es decir, al hacer aquello que la vida quiere que hagamos, o al desarrollar la actividad para la que la vida nos ha dotado personal y específicamente, estamos prestando un inigualable servicio público a la sociedad, sin que tengamos que esforzarnos. Dharma le llaman los hindúes.
¿Y cómo reconocer e identificar estos dones o talentos, o este Dharma?: pues de manera muy fácil: cada uno de nosotros sabe, perfectamente (si reflexiona sobre ello), qué es aquello que más le gusta hacer y que además, hace bien; aquello que mientras lo estamos realizando nos hace perder la noción del tiempo, y a veces, la del espacio, también; aquellas actividades cuya ejecución absorbe toda nuestra atención, nuestra concentración y todos nuestros sentidos, pero que realizamos de manera gozosa, sin que la demanda de esfuerzo nos suponga un verdadero cansancio (sobre todo anímico). A esto se refería Confucio cuando dijo: “Trabaja en algo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un solo día en tu vida”.
Así, cabría concluir que si cada uno de nosotros ha nacido para la realización de una tarea o una actividad concreta, tarea o actividad en la que somos únicos e irrepetibles, y además, mejores que los demás, no tiene sentido tratar de imitar o copiar a nadie, y mucho menos, pretender que seamos todos iguales o que todos tengamos que hacer lo mismo: nuestra individualidad es nuestro mayor tesoro, tesoro que, además, enriquece a la sociedad en su conjunto.
Identifiquemos, valoremos y respetemos, pues, esta individualidad propia, esta auténtica joya que constituye nuestro mayor bien y nuestra mayor riqueza, para nuestro beneficio y el de los demás.
Cumplamos, pues, nuestro Dharma.




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